Por Mauricio Hernández Olaiz
Concluyeron las conmemoraciones de los 500 años del encuentro de dos culturas, emblema del gobierno del estado durante casi todo el 2019. Debo decir que por momentos con eventos que poco o nada tuvieron que ver con el encuentro brutal con el hispano, como podrían ser la exposición “Timo en Tlaxcala” del escultor Rodrigo Sierra o hasta el magno concierto de Carlos Rivera en el Tlahuicole.
Pero por otro lado hay que reconocer que varios de ellos fueron referente formativo sobre la historia, y de cómo a lo largo de los siglos se fue deformando la posición verdadera de los Tlaxcaltecas a la llegada de Hernán. Un parteaguas llamativo sobre la postura y participación de Tlaxcala en la formación de una nueva nación. El entendimiento de muchos mexicanos de que la palabra “traidor” no tiene lugar ni razón para definir a los tlaxcaltecas, ni del siglo XVI ni del XXI, fue resultado positivo de muchos eventos de estos 500 años, aunque algunos ignorantes aún mantienen la idea.
Anabel Alvarado fue la encargada de llevar a buen puerto este histórico momento, que dejó de lado de manera llamativa el día preciso del encuentro. El 23 de septiembre de 1519, veintiún días después de varios enfrentamientos liderados por Xicohténcatl El Joven, Cortés y sus tropas se asentaron victoriosos y de manera pacífica, en el corazón de Tlaxcala, sin embargo el 23 de septiembre de 2019 no se llevó acabo conmemoración alguna oficial de los 500 años en Tlaxcala.
Pese a que no pretendo buscar prietos, no puedo dejar pasar ese tipo de hierros y hasta la postura, por momentos altiva, de la hoy secretaria de Turismo. A final de cuentas el objetivo se cumplió pese a la sobre exposición de la marca 500 y de su encargada, quién finalmente también tenía un juego político claro y conciso pensando en el posicionamiento a futuro, no en balde ha sido una de las funcionarias más importantes y consentidas del menismo.
Harto comentado, cuestionado y hasta politizado fue el cierre de los 500. Con el “Guerra tour” concluyó Tlaxcala, de manera oficial, el programa del encuentro de dos culturas, aunque en distintas plataformas y canales se mantiene álgida la serie Hernán protagonizada por el español Óscar Jaenada. Pese a que el cantante Huamantleco fue el embajador cultural oficial de los 500 años, no encuentro relación filosófico-histórica, ni antecedente representativo del concierto para la conmemoración, pero eso fue lo de menos y eso quedó manifiesto por la gran respuesta del público. Sobresale que Rivera es profeta en su tierra y es digno de todo reconocimiento.
Pero solo unos pocos pudieron estar, lo que es lógico por el aforo del inmueble, pero quedó de manifiesto que las malas prácticas del favoritismo para un evento del pueblo siguen siendo un síntoma inequívoco de tradiciones que no han podido evolucionar desde hace 500 años, y no solo en Tlaxcala, sino en toda la nación. Baste ver como las zonas VIP fueron exclusivas para funcionarios de los tres niveles de gobierno, como sucedió en el evento del primero de diciembre en el zócalo capitalino. No es cuestión de partidos, es cuestión de personas y hasta de usos y costumbres….de la política.
A coro cantaron por igual funcionarios y su pueblo los temas de Carlos Rivera como “Amo mi locura”, “Sería más fácil”, “Recuérdame”, “Grito de guerra”, y “Regrésame mi corazón”, fusionados por el espectáculo, pero no por la realidad, menos por el recuerdo del paso de 500 años que ese día cerraban su actividad.
Finalmente se pudo ganar terreno en cuanto a reivindicar la historia de una entidad poco conocida y reconocida, culturalmente llena de hitos y pasajes, de costumbres, tradiciones y de lucha constante. Tlaxcala es un referente poderosísimo de la historia, un protagonista de la nueva España y del México moderno, un emblema del mestizaje y cuna de la nación. Concluyeron los 500, empieza un nuevo conteo, ¿quién quedará para la historia de ahora en adelante?, al momento, ninguno…ninguno, o bueno tal vez algunos, pero no por heroicos, sino por saqueadores de su propia tierra. Vergüenza son a lado del indómito, del joven, de Umacatzin y Axayacatzin, verdaderos guerreros orgullosos y defensores de su tierra.