Los demonios en Morena parece que andan sueltos, arremolinados al conjuro del poder interno y de proyectos personales hacia la sucesión gubernamental, el control de candidaturas y nominaciones estatales. Todo eso, que no es un asunto menor, les pude generar terribles bajas.
Morena y los suyos han puesto, en este proceso interno que viven, en riesgo la viabilidad de transformar este movimiento social en un verdadero partido político, porque la guerra soterrada y la lucha visible es encarnizada, y todo por el control de esta agrupación.
El reparto de dádivas, la compra de conciencias, el tráfico de influencias y el uso de programas sociales a cambio del voto de la militancia de Morena para elegir a su dirigencia en Tlaxcala, como en el resto del país, ha puesto en predicamento al movimiento del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
A dos semanas de que se realice la elección de los 30 consejeros estatales en los tres distritos federales en la entidad y a un mes de que lleven a cabo la elección de su dirigencia estatal, los ánimos por el control de este instituto político los ha llevado a una guerra que, en caso de persistir, los llevaría a una probable derrota en los comicios de 2021.
Son dos bloques visibles que buscan el control de Morena; ambos, con la única finalidad de saciar sus proyectos personales. Lorena Cuéllar Cisneros y Joel Molina Ramírez son quienes encabezan la pugna y los grupos de poder en Tlaxcala, que quieren ganar la dirigencia.
Su lucha no es para fortalecer al partido y sus estructuras, sino por impulsar sus proyectos personales y de grupo y parece que poco o nada les importa generar una transición que permita a Morena no depender de su caudillo y líder moral y en cambio, solidificar sus estructuras en los casi 400 seccionales que hay en la entidad.
Las imputaciones por el uso de recursos públicos, de programas y beneficios sociales federales como moneda de cambio en esta sucesión ha sido la constante y las cuales apuntan a la súper delegada Cuéllar Cisneros.
La militancia ya empieza a “sufrir los embates” de uno y de otra para ganar adeptos, pues saben que quien gane el control del mayor número de consejeros estatales y desde luego, de la dirigencia estatal, tiene grandes posibilidades de ver su fotografía y su nombre en la boleta de la elección de gobernador que se usará el primer domingo de junio del año 2021.
Por ello, más que acertado es el llamado presidencial a no usar los recursos públicos ni programas como estrategia para ganar la elección interna de Morena, porque aquellos funcionarios públicos que intervengan en las elecciones internas de esa agrupación, serán despedidos del gobierno y denunciados ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales.
“El servidor público que intervenga en los procesos internos de los partidos, y en particular, en el proceso de renovación en Morena, va a ser despedido del gobierno y no solo eso, voy a pedir con todo respeto a la procuraduría electoral de la Fiscalía General que intervenga para que sea juzgado el servidor público que participe en favor de candidatos, utilizando recursos del gobierno”, les dijo a los suyos el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Al parecer, al menos en el discurso, el mandatario tiene la visión de que si su partido da muestras de traicionar su ideario e incurre en prácticas de otros institutos políticos, como el fraude electoral, su proyecto partidista podría derrumbarse; sería pan de lo mismo.
Con este panorama, los 15 días que están por venir serán trascendentes para el futuro de Morena, porque la lucha por el poder interno les puede llevar a tener cruentas pugnas que, de no contenerse, solo mermarían las posibilidades de triunfo que, hasta hace algunos meses, parecían casi invencibles, pero que han dilapidado y mermado por sus demonios que solo buscan el poder.