Por Mauricio Hernández Olaiz
Leía hace unos días una interesante entrevista a Enrique Serna, quien recientemente presentó su libro El vendedor de silencios (Alfaguara), en donde el autor nos da a conocer a un personaje polémico del periodismo mexicano de mediados del siglo XX. Carlos Denegrí es el protagonista de esta obra narrativa de Serna, quien fue calificado por Julio Scherer como “el mejor y el más vil de los periodistas”, un personaje que hizo del “chayote” una forma de vida. Serna convierte a un personaje como Denegri, en el cristal por medio del cual nos asoma a la relación entre la prensa y el poder en nuestro país.
En esta entrevista el autor afirma que el “chayote” en el periodismo mexicano está a punto de extinguirse, por lo menos en las altas esferas de la política nacional. Sin embargo, reconoce abiertamente que el presidente ha sido el principal responsable de confundir a la opinión pública para distinguir entre prensa crítica y “chayotera”.
Actualmente no es extraño leer en redes sociales, de manera frecuente, que cuando hay una nota periodística o de opinión que atenta contra los gustos o intereses de algún sector específico, la califican de chayotera, muy al estilo del Presidente. No se toma en cuenta las fuentes, la evidencia, investigación o sustento de la misma.
El drástico recorte del gasto publicitario del gobierno federal ha causado crisis en muchos medios, debido a esa óptica surrealista de que si se es crítico al actual régimen es porque perteneces al anterior. Es evidente que a López Obrador, como a todos los presidentes de México, no le gusta la crítica. Y aunque se debe reconocer que no ha habido actos de censura., sí existe una campaña de denostación y categorización de ciertos medios o plumas críticas al trabajo del ejecutivo.
Pero… ¿de dónde nació la expresión de “chayote” o “chayotero”?. Aunque usted no lo crea querido lector(a), de nuestro querido estado de Tlaxcala.
Anteriormente el “soborno” periodístico era conocido como “embute”. Según el Diccionario del Español de México (DEM) se trata de un «soborno que una oficina de gobierno da a un periodista para inducirlo a informar según su conveniencia». Embute cedió su popularidad a “chayote” en la era presidencial de Gustavo Díaz Ordáz, según acota Julio Scherer en el libro Los Presidentes: «Mientras el entonces presidente de la República pronunciaba un día de 1966 el discurso inaugural de un sistema de riego en el estado de Tlaxcala, entre los reporteros corría la voz: ‘¿Ves aquel chayote? Están echándole agua. «Allá, semi -oculto por la trepadora herbácea —sigue el relato de Scherer—, un funcionario de la Presidencia entregaba el chayote, nombre con el que desde entonces se conoce al embute en las oficinas de prensa».
Pero pese a que la entrega del chayote no es ni nueva ni extraña, los nuevos tiempos de la democracia la han generalizado, catalogado, descontextualizado. Si hablas bien de la 4T, eres un periodista serio, comprometido, objetivo. Si hablas mal es porque ya no se te da chayote.
Históricamente los gobiernos han pagado a los medios de comunicación por dar a conocer sus avances, propuestas, compromisos y hasta ideología, y aunque es cierto que algunos medios se prestaron a ser vehículos de chantaje, encubrimiento y manejo falaz de la información, no todos vendieron su línea editorial y su ética periodística y profesional, pero no por ello renunciaron a los convenios publicitarios con el gobierno para difundir la información oficial.
La crítica al nuevo régimen de gobierno es resultado único y exclusivo de la ausencia de un “Chayote”, como el gobierno de AMLO no lo paga, por eso le pegan….en algunos casos podría ser cierto, pero la generalización ha originado un serio atentado contra la labor periodística, incluso, hasta contra la integridad de los periodistas.
México es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo, y aunque sería insensato manifestar que esto es responsabilidad del actual gobierno, es cierto que ha abonado para que ya no solo políticos corruptos evidenciados, crimen organizado o narcotráfico atenten contra periodistas, hoy día también público en general lo hace todos los días en Facebook o twitter, incluso en la calle, solo por no compartir sus puntos de vista. La vox populli apegada al actual sistema presidencial, arremete en redes sociales con fiereza contra el periodismo crítico, sin detenerse a revisar si la información proporcionada es veraz.
El mejor ejemplo es la investigación de Carlos Loret de Mola sobre la fortuna inexplicable de Manuel Bartlett. Loret es un periodista etiquetado como “chayotero”, miembro del conservadurismo Fifí, protector de la mafia, pregonero y nefasto (así calificado por el propio AMLO), por lo tanto su investigación periodística en contra de uno de los más cercanos colaboradores del presidente es una nota falsa, desestabilizadora y conservadora.
Pese a que la investigación cuenta con el A,B,C del periodismo y se encuentra sustentada por documentos oficiales, el presidente la descalificó de un plumazo, pues como siempre …tiene otros datos y además la hizo Loret. No solo respaldó a Bartlett, un ex Salinista, ex miembro de la mafia en el poder, un verdadero lobo vestido hoy de oveja morena, sino que aseguró que la investigación carecía por completo de ética y responsabilidad periodística.
Pero mientras López Obrador nos quiere enseñar como se debe de catalogar un buen o mal periodismo, o a un buen o mal periodista, no habla para nada de la situación del gremio. La gran mayoría de los reporteros y periodistas de México no cuentan con la protección social, ni gubernamental. No tienen un salario digno, incluso a algunos ni les pagan un salario, sino que cobran por nota publicada, para nada cuentan con prestaciones de ley y mucho menos una garantía de jubilación.
Las mujeres y hombres, como profesionales del periodismo, no están reconocidos por la legislación laboral mexicana y cuyo desempeño depende en gran parte de las una y mil formas en cómo ejercen su trabajo. Falta de contratos formales, simulación e incumplimiento impune de normas mínimas de protección y prestaciones, son temas que el hombre que promete la transformación de la nación no toca, no comenta. Solo etiqueta lo que para él es “fake” en la Prensa…
Pero es cierto que en gran parte es responsabilidad del gremio. Desunido, enfrentado y confrontado. La competencia es buena, pero cuando esta recurre al agravio y la confrontación entre sus miembros desluce y atenta contra sí misma.
Nuestra entidad no está exenta de la división de su gremio. Con una “Unión” de periodistas del estado de Tlaxcala más preocupada por promocionar una corrida de toros que por tener un posicionamiento serio sobre los atentados contra sus miembros, como fueron los recientes casos de agresión contra Roberto Nava o José Luis Ahuactzin, de los cuáles la UPET no dijo nada.
Finalmente, si hoy por hoy los maestros cuentan con lo necesario para tener todas sus prestaciones y aún más, es porque a la hora de la verdad todos cierran filas. Por supuesto hay intereses de grupo, de personalidad, pero al beneficio común no le hacen gestos, cosa que no se puede decir hagamos en el periodismo.
Mientras el lector, aquel responsable de calificar si nuestro trabajo es serio, no sepa distinguir entre una opinión o información crítica sustentada con una nota pagada, difícilmente podremos salir de recibir calificativos como el de “Chayoteros”, aunque algunos aseguren que el “chayote” está por desaparecer……
Ya no solo se trata de no recibir dinero, ahora también es el de ser señalado, etiquetado sin sustento. No porque sea un crítico de algunas cosas- que no todas – del Presidente, de la súper delegada o de algún diputado o funcionario de la 4T, me convierte en oficialista chayotero o prianista conservador, así como tampoco me convertí en un chairo desestabilizador cuando mi critica fue para el gobierno priista actual y anterior.
La responsabilidad periodística ya no solo queda en quién lo escribe, sino también entre los que lo interpretan…
@olaizmau
* El origen de la palabra chayote está en el náhuatl chayutli, según el Gran Diccionario Náhuatl de la UNAM. La palabra chayote es de origen azteca (náhuatl), y en otras entradas también se escribe como chayotl o hitzayotli que significa «calabaza espinosa» .