Contra columna
Anabell, la mejor evaluada
18 De Diciembre - 2020
Por José Martínez M.
En los últimos veinte años los mexicanos hemos experimentado tres formas distintas de gobierno. Hemos padecido a los peores gobernantes de las últimas décadas. Fox, Calderón y Peña hasta ahora han sido los presidentes peor evaluados. Tan es así que el propio Obrador como candidato vociferaba a los cuatro vientos que la gente estaba cansada de “tanta pinche tranza”, pero su gobierno resultó peor: el más rapaz, el más corrupto y el más demagogo.
Soberbio se refocilaba de ser uno de los mejores presidentes de la historia. Ufano –en una de sus mañaneras– proclamó que “gobernar no tiene ciencia”.
Con azoro hemos atestiguado cómo en los dos primeros años de su gobierno a reinado la ineptitud.
“No es lo mismo ser borracho que cantinero”, dijo el todopoderoso Carlos Slim cuando Donald Trump ganó las elecciones y en México se respiraba un ambiente enrarecido. “No es goberneitor”, insistió Slim en tono jocoso.
Trump como Obrador llegaron al poder con un bono electoral sin precedentes. Pero el estilo vulgar de ambos desencantó a muchos y otros, aun les siguen festinando sus bravuconerías.
Sin duda, podemos repetir las palabras de Slim respecto a Obrador.
Lo malo es que el tabasqueño resultó peor que un borracho de cantina. Quizás sean las crudas de las desveladas que lo han afectado, pero todos los días en sus mañaneras riñe, insulta y lanza maldiciones como los borrachos echan escupitajos a las letrinas.
Jamás habíamos tenido un presidente tan pusilánime y un equipo de gobierno de improvisados e ineptos. A los miembros del gabinete les dicen “floreros”.
Los políticos de los últimos tiempos están muy desprestigiados. No hay encuesta que les alimente el ego.
Ahora que se avecinan las elecciones de medio gobierno no hay político de Morena que recurra a la foto con Obrador, como si fuera un fetiche.
En las pasadas elecciones ocurrió algo extraordinario. No fue tanto el carisma de Obrador sino el hartazgo de la gente por padecer gobernantes ineptos y corruptos. Obrador capitalizó el descontento y ofreció acabar con todos los males de los pasados gobiernos.
Obrador propuso el cambio y confiaba en tener el método, los hombres y la capacidad para lograrlo.
Lo mismo había dicho Fox cuando en su campaña él mismo se preguntaba: “¿Qué le ofrezco al país? Honestidad, trabajar un chingo y ser poco pendejo”.
Con Obrador es más de lo mismo. No se puede cambiar al país por decreto y con discursos populistas. No existe un método ni un verdadero proyecto de país, se rige por simples ocurrencias, no cuenta con un equipo de expertos y no tiene la preparación para gobernar.
En las circunstancias actuales el perfil de los políticos que aspiran a un cargo de elección es sumamente importante. Hoy más que nunca el voto es la llave del cambio.
Existen 33 millones de electores pasivos. Abstencionistas les llaman. Y cada vez el número es más creciente. Hay un desencanto colectivo, en tanto el sistema de partidos se encuentra polarizado, a lo que hay que sumar la ausencia de verdaderos liderazgos.
Un entrenador de futbol es más cuidadoso que el jefe de un partido político para armar un equipo de la selección nacional. Los entrenadores tienen una enorme responsabilidad y tratan de cumplir con sus expectativas.
En la política, los gobernantes forman sus equipos con amigos y con el reparto de cuotas. No hay rigor. Hubo quien recurrió a los cazadores de talentos, los famosos head hunters, como si gobernar fuera un simple trabajo administrativo.
Con Morena las cosas resultaron peores. Una licenciada en literatura inglesa como secretaría de economía, una maestra de pedagogía como secretaria de Bienestar, un destripado de la carrera de agronomía para dirigir Pemex, un diseñador gráfico al frente de la Sedatu, una maestra de historia para el Inegi, un arqueólogo para el Insabi, una periodista para la seguridad pública.
Y, a todo ello la mitad de su gabinete ha abandonado a Obrador porque dejaron de confiar en él, como lo hizo Jaime Cárdenas, el encargado de devolverle al pueblo lo robado, quien dijo que renunció porque él no creía en la “fe ciega”.
Y lo peor por venir son los candidatos de Morena a gobernadores, salvo algunas excepciones. Por ejemplo, uno de los pocos que se salvan es Clara Luz Flores una política bien evaluada que hasta hace poco pertenecía al PRI y ahora es candidata al gobierno de Nuevo León por Morena y representa los intereses de los grupos empresariales de esa entidad.
Hay casos patéticos en Morena, como es el caso de Tlaxcala, donde la candidata Lorena Cuéllar es impresentable por sus escándalos de corrupción, nepotismo e ineptitud que contrastan con el prestigio político de Anabell Ávalos, una mujer que tiene una alta calificación y goza del consenso de los partidos de la alianza PRI-PAN-PRD.
De la gran mayoría de los candidatos de todas las fuerzas políticas, la mejor evaluada es Anabell Ávalos quien fue electa como la mejor presidenta municipal del año de todo el país por una organización en la que están representados los alcaldes de todos los partidos políticos.
En Sonora, por ejemplo, Alfonso Durazo, candidato de Morena él mismo se ha autocalificado como “el mejor” de todos los aspirantes a la gubernatura del estado, aun cuando su desempeño como secretario de seguridad en el gabinete de Obrador fue muy cuestionado y muy por debajo de las expectativas. El culiacanazo lo acabó y exhibió sus limitaciones.
En Chihuahua, el panista Gustavo Madero admite que Morena tiene fuerte presencia y candidatos competitivos en la capital y en Ciudad Juárez, pero confía en la alianza con priistas y perredistas para lograr el triunfo electoral.
En Morena realmente pocos o nadie están por sus propios méritos. Obrador los impulsó con carretadas de dinero del presupuesto público como súper-delegados con un propósito clientelar enfocada a la compra de votos con los “programas sociales” del gobierno.
Por ejemplo, en Tlaxcala, Lorena Cuéllar dispuso de más de 9 mil millones de pesos para beneficiar a solo 25 mil familias. Eso en el papel, porque en los hechos hubo un descomunal desvío de recursos por lo que se encuentra bajo investigación tanto de la Unidad de Inteligencia Financiera como de la Secretaría de la Función Pública por presuntas irregularidades y actos de corrupción.