Contracolumna:
Obrador, el lobo y los corderos
18 De Febrero - 2021
AMLO, CICATRIZ RENCOROSA
Por José Martínez M
Ni en el más dantesco de mis sueños llegué a tener la sensación de contemplar un hervidero de cadáveres. No sé si eso solo me ocurra a mí. Lo que sí sé es que todo el mundo sueña y aun hasta los que creen que “no sueñan”, con la pesadilla del Covid.
Desde el momento en que inició la pandemia nos hemos comportado como si estuviésemos soñando. Lo malo es que nuestra realidad es peor que una pesadilla. Estamos al borde de alcanzar la terrorífica cifra de los 180 mil muertos y quizás el 28 de febrero cuando se cumpla un año del confinamiento tal vez lleguemos a la macabra cifra de los 200 mil. Estamos entre los tres países más mortíferos del mundo por el coronavirus.
Sin embargo el escenario podría resultar peor. No es que lo diga un aprendiz de brujo o un ave de mal agüero, lo dice un científico que ha puesto en entredicho la información oficial. Según el experto, basado en la metodología del doctor López Gatell, –quien fue designado por el presidente Obrador para el manejo mediático de la pandemia– el número de fallecidos por el Covid fácilmente supera los 350 mil y podría llegar hasta los 600 mil.
Ese científico mexicano responde al nombre de Raúl Rojas González, nacionalizado alemán, hizo estudios de matemáticas en el Politécnico y la UNAM y desde hace más de 25 años trabaja en la Universidad Libre de Berlín y es reconocido en el ámbito académico como un experto en redes neuronales artificiales, inteligencia artificial y epidemiología.
Con todo esto el gobierno del presidente Obrador sigue manipulando la información al minimizar los alcances de la crisis sanitaria.
El tabasqueño está más preocupado por las elecciones de junio próximo que por rendir cuentas a los mexicanos. Desde el principio Obrador desdeñó los efectos de la pandemia y aun peor todavía a pesar de haber sido víctima de este flagelo, se rehúsa a poner la mascarilla.
Es inconcebible que este hombre siga empecinado en mantenerse apartado de la realidad y que aun todavía haya gente que crea en sus palabras.
Obrador lo tiene bien claro. México es un país pobre donde la muchedumbre es muy fácil de manipular. Tan lo sabe que actúa de manera perversa. Los políticos, como Obrador, son como los lobos que se alimentan de los corderos.
El manejo de las vacunas ha sido ruin. Deleznable. La víspera de la Navidad –23 de diciembre– se hizo un circo con la llegada de las primeras vacunas en un avión de carga de DHL. El jefe de las fuerzas armadas, el canciller y las máximas autoridades de salud acudieron a recibir el embarque. Se dijo entonces que eramos unos “afortunados”. México era uno de los primeros diez países en recibir las vacunas.
Pero todo resultó un engaño. Llegaron unas cuantas miles.
Desde el miércoles 23 de diciembre y hasta el miércoles 17 de febrero se han aplicado un poco más de un millón de vacunas. Ni siquiera se ha atendido al 1 por ciento de la población. La gran mayoría de esas vacunas se destinaron a personal de salud y una cuarta parte a profesores y adultos mayores.
Ya sabemos que muchos funcionarios se agandallaron vacunas para ellos y sus familias, que se registró un saqueo y robo de cientos de dosis, que el presidente recibió un tratamiento especial del instituto de nutrición el que no está al alcance de la población.
Ahora sabemos del uso político–electoral de la inmunización.
Lo peor de todo es el uso faccioso del poder mientras el pueblo está en las más adversas circunstancias de la crisis sanitaria, sin empleo, sin salud y sin dinero, ni siquiera el suficiente para los alimentos.
No hay una explicación cabal para nuestro infortunio ante la indiferencia del presidente por el dolor de tantas muertes.
La crisis sanitaria ha dejado a la llamada “cuarta transformación” huérfana, desnuda y sin sustancia y al presidente en el territorio del sicoanálisis.
La falta de empatía y el odio de Obrador tienen explicación. Durante los largos años de su vida acumuló un rencor. Tal vez tiene que ver con un “accidente” –llamémosle así– en su juventud. Desde entonces cargó con la enorme frustración de sus fracasos. Siempre fue un pésimo estudiante y un burócrata de la administración pública.
En realidad su proyección política se la debe a dos conspicuos personajes: Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, a quienes les ha regateado méritos.
Hoy Obrador se asume como un ídolo perseguido por las multitudes, y desde su púlpito habla a nombre de “su” pueblo como el sacerdote de un culto que recurre a los evangelios apócrifos. Parece entregado al frenesí del poder, que se le pega como segunda piel. Hace política a destajo y en la embriaguez incesante de poder pretende erigirse, por encima de las decenas de miles de muertos, en el gran elector de los próximos comicios no obstante sabe que sus sueños de perpetuarse en el poder chocan con la realidad: los muertos también votan.
Resulta insoportable la permanencia de Obrador en el poder, eso lo sabe la gente. Lo malo es que no hay oposición. Los partidos políticos también están muertos. No hay vacuna para la apatía.
La prensa y las redes sociales son un faro en medio de la pandemia. Por eso se les pretende censurar.
En medio de la fetidez de los muertos por la pandemia, Obrador lleva la cara con una cicatriz rencorosa y actúa sin humildad y sin reposo arengando a sus huestes contra sus adversarios a los que ve como sus enemigos, parte de ellos, los periodistas, por eso con desesperación recurre a la palabra para halagar a los imbéciles que todavía creen en él, pues los políticos como los lobos se alimentan de los corderos. Las vacunas son como fábula del burro y la zanahoria, para que la muchedumbre jale para adelante.