“La necedad es la madre de todos los males” Cicerón.
Por Mauricio Hernández Olaiz
El rostro del gobernador Marco Mena era de genuina preocupación. En su último video, en dónde anunció la creación de un Fondo de Emergencia contra Covid-19, además de un Fondo de Apoyo Temporal para Personas Contagiadas y un componente más del Programa Estatal “Supérate” dirigido a mujeres, debía comunicar con sus gestos y palabras que es tiempo de que miles de Tlaxcaltecas se lo tomen en serio.
Sin embargo, esta vez, el pueblo no ha estado a la altura de las medidas de su gobierno. Duele ver la necedad con la que se conducen muchos paisanos que se sienten inmunes, que se creen ajenos, que piensan que lo del covid 19 es mero engaño.
En menos de 15 días pasamos de cero a 28 casos confirmados con coronavirus y un muerto, y todo parece indicar que el crecimiento seguirá de manera exponencial, por lo que no sería ridículo que en pocos días mas estemos rebasando los 50 casos.
A pesar de ello la gente quiere cumbia. En verdad cuesta entender cómo, a pesar de lo que sucede en todo el planeta, una familia se dé cita en un espacio reducido, en dónde tranquilamente pueden quedar infectados en cuestión de segundos, solo por el hecho de querer soltar el cuerpo al ritmo de la música grupera. Es una muestra de ignorancia con su cierta dosis de porfía.
La contumacia de muchos tlaxcaltecas no se entiende, su escepticismo menos, pero que muchos de ellos nos califiquen de amarillistas por informar lo que informamos y por opinar lo que opinamos es profundamente aberrante, inverosímil.
Evidencias de la tozudez hay por todos lados. Desde las familias que se pasean en parques, muchos de ellos ya cerrados por la autoridad, los que asisten a los bailes, los que van al mercado en manada sin protección, las que convocan a entrega de apoyos con carácter proselitista, los que aún se sientan a beber y bailar en los bares disfrazados de restaurantes, los que incluso hasta salen de viaje, todos ellos focos incandescentes de un virus que igual no les perdonará la vida, peor aún, serán una cifra, una estadística de lo que puede provocar una pinche necedad.
Porque cada uno de los que se siente inmune, representará un espacio menos en una cama o sala de urgencia, quitándole la oportunidad a alguien que lamentablemente enfermó a pesar de tener todos los cuidados. Porque la pandemia es así, solo basta un leve descuido para contagiarse, principalmente de un necio que acudió a un baile y que estornudó sobre una lata de verduras en la tienda antes de que otro la tomara.
Mena se nota preocupado, no es para menos. Sabe de qué muchos no toman en serio las recomendaciones, sabe que esos tercos pueden provocar la saturación de los servicios de salud, sabe que los Familiares de esos inconscientes serán los primeros que le critiquen por no contar con espacios suficientes. Si potencias han sido rebasadas, potencias, sería ingenuo pensar que en Tlaxcala no vaya a pasar, pero mientras sucede “súbele a la cumbia sonidero”…
El tianguis de este miércoles en la Loma Xicohténcatl lucía como cualquier otro miércoles sin coronavirus en el ambiente. Puestos casi encimados, personas por doquier, la mayoría sin cubre bocas. Los gritos de vendimia sonaban igual. A pesar de que la presidenta Municipal solicitó que solo acudieran los vendedores de perecederos, igual estaban presentes los de la ropa, juguetes. Hasta los de las chacharas y piezas viejas mecánicas estaban tendidos con su producto a la vista. Caso curioso, o no tanto, nadie vendía gel, ni alcohol, ni cubre bocas.
El pasado fin de semana el Pepish lucía igual, abierto de par en par. Sus promociones por doquier, a la vista y en la red. El Pepish es de los pocos bares disfrazados de restaurante que se niega a cerrar sus puertas pese a la solicitud amable y comprometida de la autoridad. Mucha ha sido la inversión para crear este espacio de reciente apertura, por ello nada de que cierra mejor aprovechen su hora feliz.
Pero lo que hace tan criticable al Pepish, con diferencia a otros “restaurantes” necios, es que una de las dueñas es Martha Sesín, quién durante casi una década comandara la Cruz Roja de Tlaxcala. Cuesta entender que alguien que fue la administradora de la benemérita, no entienda que su espacio puede ser un centro de contagio, más cuando los grados Gay Lussac en la sangre de sus parroquianos, es más alto de lo normal.
Pero basta una respuesta en redes para entender la ceguera del lugar.: “nuestro deber es cuidar a nuestros clientes y colaboradores en todo momento. Llevamos a cabo procesos de higiene y desinfección, garantizando así una estancia segura. De igual manera tenemos la opción de servicio a domicilio o para llevar.
Luego entonces seguirán abiertos, para aquellos palurdos que se siguen sintiendo por encima de la peor pandemia del siglo XXI. Porque un necio siempre encontrará abierto un espacio administrado por otros necios.
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