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martes, 13 de julio de 2021

Asesinatos sin esclarecer en la historia de la política en Tlaxcala, ¿Habrá claridad en el nuevo gobierno? sexta y última parte

 Contracolumna



• LORENA Y OBRADOR, COMPLICIDADES
• MORENA, QUIÉN ES QUIÉN EN EL PODER
JOSÉ MARTÍNEZ M.
SEXTA Y ÚLTIMA PARTE

Lorena Cuéllar Cisneros es un clon de Andrés Manuel López Obrador. Ambos comparten el mismo adn político. La misma genética priista en la que fueron incubados políticamente. Hasta en la tragedia se encuentran hermanados. En su juventud, AMLO fue señalado de matar “accidentalmente” a su hermano José Ramón. Lorena, a su vez, sufrió el asesinato atroz de su madre, Margarita Cisneros Fernández.

En política, se dice, que no hay casualidades, las historias no son aisladas y siempre van acompañadas de otras.

Habitantes de los abismos políticos, Andrés y Lorena renunciaron al PRI cuando estaban al borde del precipicio en sus respectivas trayectorias al ver frustradas sus ambiciones políticas.

Obrador lo hizo cuando buscó convertirse en gobernador de Tabasco en 1988. Cinco años antes (1983) fue presidente estatal de ese partido del que fue destituido por tratar de entrometerse en los gobiernos municipales. En 1989 se sumó al Frente Democrático Nacional a invitación de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.

A principios de la pasada década de los noventa Lorena Cuéllar comenzó su carrera política en las filas del PRI. En 2012 rompió con el partido al protagonizar un enfrentamiento con su tío Joaquín Cisneros Fernández por la candidatura para ocupar un escaño en el Senado de la República. El gobernador Mariano González Zarur se lo impidió por ser una militante indisciplinada y conflictiva que a toda costa buscaba hacerse del poder. Fue entonces que Lorena buscó refugio en el PRD. En ese partido se encontraron Lorena y Andrés y comenzaron su relación a partir un piñón.

Del abismo del despeñadero político ahora gozan del poder. Pareciera que ambos fueron cortados por las mismas tijeras. Nacieron con el adn priista cuando eran unas larvas políticas y de manera kafkiana experimentaron una metamorfosis al pasar a convertirse en renacuajos en las aguas del fango morenista.

Un par de años antes de que Andrés Manuel y Lorena entrecruzaran sus vidas políticas, el tabasqueño había puesto la mira en Tlaxcala.

Cuando Felipe Calderón reinaba sobre los destinos del país y Obrador se ostentaba como el “presidente legítimo”, el tabasqueño en 2010 ordenó a su hermano Pedro Arturo López Obrador que se hiciera cargo de los intereses perredistas en Tlaxcala.

Andrés Manuel buscó aprovechar la estructura perredista en su beneficio personal, pues ya planeaba crear su propio movimiento. En 2011 constituyó la asociación civil (Morena) para una eventual defensa del voto en 2012 cuando fue candidato por la coalición del Movimiento Progresista (PRD, PT y Movimiento Ciudadano).

En el PRD, Obrador actuaba como el dueño del partido. Hacía y deshacía a su antojo. Por eso renunció Cuauhtémoc Cárdenas al partido.

En Tlaxcala Pedro Arturo López Obrador buscó ocupar el cargo de diputado federal con el apoyo del exgobernador Alfonso Sánchez Anaya quien años antes había desertado de las filas priistas para pasar al perredismo.

Pedro Arturo fue impuesto sobre el candidato Eloy Sánchez Arellano por el primer distrito. Ante el despojo de su candidatura, Arellano demandó al hermano de Obrador y el Tribunal Federal Electoral le concedió la razón al despojado quien perdió la elección al competir en desventaja pues participó cuando las campañas ya estaban notablemente avanzadas.

Pedro Arturo se fue maldiciendo a Tlaxcala. Renegó de su suerte y despotricó contra los tlaxcaltecas. Se fue sin pena ni gloria. Más tarde renunciaría al PRD junto con Andrés Manuel.

Obsesionado por hacerse del control político de Tlaxcala, AMLO designó a su hijo Gonzalo Alfonso López Beltrán como delegado de Morena. Llegó con la encomienda de su padre de establecer medio millar de comités seccionales la víspera de la fundación del Movimiento de Regeneración Nacional.

Si bien Gonzalo Alfonso cumplió con la encomienda de su padre, dejó hecho un desastre al partido.

Gonzalo Alfonso llegó a considerar la posibilidad de lanzarse como candidato a gobernador. Exploró el terreno, analizó pros y contras para participar en las elecciones de 2021, pero de última hora mostró poco interés por Tlaxcala y con sus hermanos prefirió dedicarse a la producción de cervezas artesanales y la fabricación de chocolates, la fachada de los nuevos negocios familiares.

Tras la partida de Gonzalo Alfonso, Lorena Cuéllar quien fue candidata del PRD en 2016, elección de la que resultó perdedora, pasó a ser una aliada de Obrador en Morena. Ella le dijo a Obrador que se comprometía a cualquier precio a convertir a Tlaxcala en territorio obradorista, así tuviera que pasar sobre cualquier cadáver que se apareciera en el camino.

El triunfo de Lorena Cuéllar es resultado de las complicidades con Obrador. En el tiempo que Lorena se desempeñó como la superdelegada del gobierno de la “cuarta transformación”, dispuso de más de 20 mil millones de pesos de presupuesto para hacer y deshacer a su antojo. Con ese dinero compró voluntades mediante las dádivas a la muchedumbre. Corrompió la elección con una falsa política de “bienestar social” al manipular el presupuesto federal para las tareas del clientelismo electoral.

Detrás de su triunfo está toda una maraña de complicidades. La elección fue un simple trámite político para legitimarse. Así funcionó Morena con el respaldo de la política asistencialista del gobierno obradorista en todas las entidades donde hubo elecciones.

En septiembre cuando Lorena Cuéllar asuma su mandato su primer dilema será esclarecer o dejar en la impunidad el crimen atroz de su madre, Margarita Cisneros Fernández. La manera más vil de actuar sería salir con la bobería de un chivo expiatorio para legitimarse moralmente.

Todo es posible, en un país, donde los políticos ven a las masas como los lobos a los corderos.

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