El valor de rectificar
9 febrero, 2022 Por Martin Ruiz
Un poco tarde, pero al final el gobierno del estado decidió enfrentar el escándalo provocado por la apertura de un bar denominado “La terraza” ubicado en la parte alta del Museo de Arte de Tlaxcala.
Ante la presión mediática, en redes sociales y el malestar ciudadano, las autoridades ordenaron la clausura provisional del negocio bajo el argumento de que incumplir con las medidas sanitarias previstas en los lineamientos aprobados el pasado 3 de febrero por el Consejo Estatal de Salud, mismas que establecen que el bar podría operar con un aforo del 70 por ciento en espacios abiertos y cerrar sus puertas hasta las 23:00 horas.
La Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios del Estado de Tlaxcala fue la encargada de poner los sellos de clausura provisional, con lo cual se deja entrever que después de unos días ese negocio podría reanudar actividades, aunque también el comunicado de prensa que anoche difundió el gobierno de Lorena Cuéllar Cisneros establece que el contrato con el empresario que administra ese antro será revisado a fin de valorar si existen condiciones para su cumplimiento.
La decisión de rectificar me parece adecuada porque demuestra que existe capacidad para reconocer errores y valor para enfrentar el escándalo generado, sobre todo cuando fue la misma gobernadora Cuéllar la que el viernes pasado inauguró ese bar, evento en donde estuvo acompañada de varios colaboradores como Antonio Martínez Velázquez y Josefina Rodríguez Zamora, secretarios de Cultura y Turismo, respectivamente.
Y si bien ya se dieron los primeros pasos para atender ese escándalo, aún existen muchas preguntas que mientras no se aclaren se seguirá generando especulaciones sobre presuntos actos de corrupción o favoritismo, porque hasta ahora nadie se explica por qué se oculta el contrato, el nombre del empresario que consiguió la concesión de la terraza del Museo de Arte de Tlaxcala para operar un antro, las fechas en que se acordó ese arreglo y por cuánto tiempo se entregó ese espacio público a un particular.
Los tlaxcaltecas también merecen saber si la idea de concesionar un espacio público se hizo a través de una licitación, una invitación directa o cuál fue el medio por el que el empresario beneficiado se enteró de que había interés del gobierno del estado de entregar ese inmueble para un bar, sobre todo porque el secretario de Cultura, Antonio Martínez, se ha cansado de decir que él no tuvo nada que ver en ese acuerdo, una postura similar a la adoptada por el Oficial Mayor de Gobierno, Ramiro Vivanco Chedraui, quien niega que él haya intervenido en el arreglo con el inversor de tal negocio.
La postura de algunos funcionarios era lógica y no se esperaba menos de ellos, pues cuando el asunto del bar se volvió un escándalo todos guardaron silencio y se deslindaron del proyecto, pero si el antro hubiera funcionado hasta convertirse un éxito, muchos colaboradores lorenistas estarían presumiendo que fue su idea y que ellos lograron convertir un museo de Tlaxcala en una galería de primer mundo.
De algo pueden estar seguros los funcionarios que acompañan a la gobernadora Lorena Cuéllar, es que la mandataria ya sabe perfectamente quiénes están a su lado para ayudarla y entregar buenos resultados y quiénes se han dedicado a generar grillas internas y un mal ambiente de trabajo.
Lorena Cuéllar es una mujer paciente con capacidad de asimilar errores, corregir y enfrentar retos y adversidades, pero también sabe mandar, reconocer el trabajo, poner orden y exigir resultados, de ahí que no sería extraño que en breve realice ajustes en su equipo de trabajo o de un golpe de timón para dejar atrás los escándalos que la han perseguido y la han distraído para alcanzar las metas que se ha fijado para llevar a Tlaxcala a una nueva etapa de desarrollo.
La actual mandataria trabajó muchos años para llegar a gobernar Tlaxcala y por esa razón sabe que no puede fallar a los tlaxcaltecas, sobre todo cuando alcanzó una votación histórica de 305 mil votos que le otorgaron una legitimidad y un respaldo ciudadano que nunca se había visto en la entidad.
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