El caos y el desorden en Tlaxcala
21 octubre, 2022
Por Martin Ruiz
La torpe reacción y proceder de la policía estatal para contener a un grupúsculo de normalistas de Panotla que robó un camión de refrescos y saqueó una tienda de conveniencia en los alrededores del Centro Expositor de Tlaxcala, donde la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros sostenía una reunión de trabajo con su gabinete legal y ampliado, sólo debilitó aún más a la actual administración porque se evidenció que ni siquiera la mandataria estatal puede ser resguardada con seguridad en un inmueble público.
Bastaron el lanzamiento de bombas molotov y de algunos cohetones, para que el zacatón secretario de Gobierno, Sergio González Hernández y su gorila disfrazado de policía Guadalupe Ballesteros Arellano, secretario técnico de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, generarán el grotesco caos que se observó la tarde noche de ayer.
De forma exagerada y tonta ese grupito de funcionarios alarmó a la gobernadora Cuéllar que estaba en una reunión de trabajo en uno de los salones del Centro Expositor de Tlaxcala, quien de manera abrupta decidió suspender el encuentro para pedir a sus colaboradores que desalojaran el lugar ante los desmanes de las normalistas.
Nunca existió un ataque hacia la gobernadora y los funcionarios, porque la refriega que sí se llevaba a cabo entre policías y normalistas estaba cerca, pero nunca puso en riesgo la integridad de la mandataria y sus colaboradores.
La incapacidad de Sergio González y del secretario de Seguridad Ciudadana, el ex soldadito que juega al policía, Raúl Ruiz García, fue manifiesta porque no pudieron resguardar el inmueble ni garantizar la seguridad de la mandataria y sus funcionarios.
Un grupúsculo de estudiantes que recurrió a bombas molotov y a cohetones para hacer su desmadre que consistió en robar refrescos y productos chatarra fue el que hizo huir a la gobernadora y a sus colaboradores, mostrando que la fuerza del Estado había sido vulnerada y que no había condiciones para contener a las inconformes que, ayudadas por la policía, generaron un tremendo lío.
El dispositivo montado por el gorila Ballesteros no sólo fracasó, sino que fue una auténtica burla para los tlaxcaltecas, ya que de nada sirvió la intensa movilización policiaca, el lanzamiento indiscriminado de gases lacrimógenos para dispersar al grupúsculo de 80 estudiantes y el uso del helicóptero, si al final no se detuvo a ninguna de las normalistas que robaron coca colas y diferentes alimentos empaquetados de una tienda de conveniencia.
El secretario de Educación Pública, Homero Meneses Hernández, quien fue uno de los primeros en salir despavorido de la reunión del gabinete, ha fallado porque sencillamente no cumple sus promesas de arreglar el conflicto con las alumnas que exigen la destitución de la directora de la Normal Rural “Lic. Benito Juárez” y otros privilegios para regresar a clases que se encuentran suspendidas desde hace varias semanas.
Sergio González está rebasado y muy disminuido. Es el peor secretario de Gobierno de los últimos que han ocupado ese cargo, pues no resuelve nada y su capacidad para complicar los problemas es única.
Ofrece garantizar el orden y la paz social, pero en los hechos no lo hace, porque atiende, pero no resuelve, porque dialoga pero no escucha, porque decide pero no ejecuta, porque dice que es político y no lo es, porque dice ser morenista y se comporta como un panista, porque le gusta prometer y no cumplir, porque engaña, miente y traiciona.
Sí alguno de los funcionarios aquí señalados tuviera dignidad, presentaría su renuncia y dejaría el puesto para que otros colaboradores de la mandataria Cuéllar con capacidad y ganas de trabajar llegaran a resolver los problemas que ellos no han podido solucionar.
La gobernadora Lorena Cuéllar trabaja bien y en verdad es una mujer que está comprometida en cambiar las cosas en Tlaxcala, pero está sola y su equipo no la ayuda.
Su grupo más cercanos de colaboradores le volvió a fallar y lo que es peor, pareciera que la engañó porque hicieron de un hecho nada complicado un caos que para su mala suerte terminó golpeando al gobierno estatal que se evidenció como un poder débil, sin fuerza, sin liderazgo y sin capacidad por culpa de ese grupito de funcionarios que sólo estorba.
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