CHICHIMECATECUHTLI -1527
Crónica de Cándido Portillo Cirio
La Tlahuizutlazopilli (1) del joven (2) Chichimecatecuhtli “era una rueda de plumas verdes con orla dura de argentería de oro y plata.” (Cervantes de Salazar, Capítulo XII) General en Jefe del Ejército de Tepeyanco, militar que había combatido a los invasores, demostrando que no eran dioses, cuando mató a dos caballos y a sus jinetes, además de haber arrebatado una bandera Española. Por tan gloriosa hazaña, por acuerdo de los cuatro Tlatoanis de los cuatro Señoríos del Estado Confederado de Tlaxcala, le rindieron honores.
El encargado de condecorarlo, fue el General en Jefe del Ejército tlaxcalteca Xicohténcatl Atzayacatzin, con la siguiente consigna: “Tlaxcala te premia, por tan distinguida acción militar y espera que sigas cumpliendo con tú deber.” Siendo elevado al grado de Tlacateccatl, (2) y recibió la orden de Chichimecatecuhtli: señor de linaje puro.
A las órdenes de Xicohténcatl Atzayacatzin, combatió a los españoles en septiembre de 1519, su armamento consistía en escudos de algodón, macanas, espadas, arcos, dotación de flechas, banderas, rodelas de oro, “y otras insignias que traían puestos y ceñidos a las espaldas, las cuales les daban un parecer y semblante fiero, porque venían tiznados haciendo muy reales gestos y visajes. Daban muy grandes saltos y muchos alaridos, gritos y voces que causaban en los que los oíamos muy gran temor y espanto, tanto que hubo muchos españoles que pidieron confesarse.” (Testimonio de Alonso Aguilar, uno de los 5 cronistas de la conquista, que en 1519 tenía 40 años de edad, murió en España en 1571: Iturriaga de la Fuente, t. VI, p. 29, 1992) Para el sitio a Tenochtitlán comando 20 000 soldados tlaxcaltecas, ahora a las órdenes de Acxotecatl Cacomitzin.
Cuando se entera que iría a la retaguardia, inmediatamente contradice la orden de Hernán Cortés, considerando que su puesto estaba en el frente del ataque, la firmeza de sus argumentos, hizo temer su inminente retirada. Fue necesario que Gonzalo de Sandoval, con quien había salido de Tlaxcala, cuidando el traslado de los 13 bergantines, lo persuadiera con insistencia, asegurándole que el lugar que se le había señalado, era el mejor del Ejercito, por ser el más aventurado, pues se temía que los mexicanos atacaran por la retaguardia, pero esto no convenció a Chichimecatecuhtli, respondiendo tajante, que en el asalto a la ciudad de Tenochtitlán: “había de ser el primero, que pusiese los pies dentro de sus muros, para dar ejemplo a los demás soldados.”
A Sandoval no le quedó otra alternativa, que acompañarlo, con el propósito de “dar estimación a la retaguardia.” (Antonio Solís, p. 313)
Con todo, propio de un soldado temerario, Chichimecatecuhtli, destacó que los hombres como él, “nacidos para la guerra, se hallaban mal en el ocio de los cuarteles, particularmente, cuando se habían pasado cinco días sin ocasión de sacar la espada, que su gente venía de refresco, y deseaba dejarse ver de los enemigos, a cuya instancia y la de su propio ardiente, le suplicaba, encarecidamente, (a Cortés) que le señalase luego alguna facción en que pudiese manifestar sus bríos, y entretenerse con los mexicanos, mientras llegaba el caso de acabar con ellos, en el asalto a la ciudad.” (Antonio Solís, p. 313)
Decía el “Mozo de 23 años, pero de elevado espíritu, que se tenía por uno de los primeros capitanes de la nación.” Tlaxcalteca. (Antonio Solís, p. 312)
Cuando al fin se le ordenó entrar al campo de batalla, ahora con la pericia de un experimentado guerrero, pidió a Gonzalo de Sandoval, un poco de tiempo para componerse y adornarse de plumas y joyas, ordenó lo mismo a sus Cabos, diciéndoles que “aquel acto, de acercarse la ocasión, de entrar en combate, se debía tratar como fiesta.” (Antonio Solís, p. 313)
Cuando su Ejército estuvo debidamente preparado. “Chichimecatl, uno de los Príncipes tlaxcaltecas que siempre estuvo con su gente en el cuartel de Sandoval, viendo que después del desbarato los españoles habían afloxado algo de pelear con los mexicanos, determinando de ganar honra con los unos y con los otros, llamando a los Capitanes y personas principales que debaxo de su manera tenía, les dixo:
“Esforzados y muy valientes Capitanes: Ofrescídose ha ocasión en que si, como siempre habéis hecho, lo hacéis, ganemos inmortal gloria para nuestros descendientes, nación y patria, que es lo que los caballeros guerreros suelen siempre procurar. Visto habéis cómo los cristianos después de aquel desbarato, aunque son muy valientes, han afloxado en apretar a estos perros mexicanos, más enemigos nuestros que de otros ningunos:
Conviene que ahora mostremos nuestro valor y esfuerzo y que solos, sin los cristianos, los combatamos hoy, para que estos perros entiendan que sin ayuda de los cristianos, somos, como habemos sido, más poderosos que ellos, aunque ellos (sean) muchos más que nosotros, y los cristianos conozcan que también (que) sin ellos podemos pelear y vencer; por tanto, salgamos en buen concierto, como los hacen los cristianos, e queden cuatrocientos flecheros en nuestra retaguardia, para que cuando nos retraxéremos, peleando de refresco, detengan la furia de los enemigos, y así cerca desto me podéis dar vuestro parecer y decir lo que sentís, porque pareciéndome tal, lo haré.”
Hecho este breve razonamiento, dos de los más ancianos de aquellos Capitanes le dixeron en nombre de los demás: Valentísimo Príncipe e General nuestro, debaxo de cuya dichosa bandera militamos:
No se puede decir el contento que todos hemos recibido, y así creemos que nuestros buenos dioses te lo han inspirado, en que hoy, entre otras muchas buenas cosas que has dicho muy acertadas, digas ésta, que tanto al honor de nosotros importa. No hay que te responder más de que mandes y ordenes lo que luego se ha de hacer, porque nosotros donde tú murieres moriremos, e donde peleares pelearemos.”
Chichimecatecuhtli, atacó enjundioso, no sin antes haber ordenado que cuatrocientos arqueros quedaran en la retaguardia, custodiando un puente, desde donde estarían disparando sus flechas, mientras él, con el resto de su Ejército, entraba al campo de batalla, donde esperaban los valientes mexicanos, listos para resistir la furia de los intrépidos soldados tlaxcaltecas.
La resistencia de la primera línea mexica, no fue suficiente para resistir el ataque tlaxcalteca, pasando a la siguiente línea que era otro puente. Tampoco “la defendieron mucho, e acometió luego con mucha grita otra puente, apellidando su linaje y ciudad, donde hubo un bravo rencuentro.”
Siguió los enemigos, que de industria, para cogerle a la vuelta, huían, e ya cuando le tuvieron buen trecho apartado del puente, revolvieron sobre él. Trabóse una muy gentil escaramuza, porque los unos y los otros, como eran de una nación, aunque no de un apellido y linaje, peleaban bravamente; los mexicanos por defender su ciudad, y los tlaxcaltecas por echarlos della.
Hubo muchos heridos y muchos muertos, y lo que fue más de ver las pláticas, desafíos, amenazas y denuestos que de la una parte a la otra había, porque se decían cosas muy extrañas y nuevas a los oídos de los españoles; e ya que se hacía tarde, los tlaxcaltecas, que habían llevado lo mejor, se comenzaron a retraer.
Cargaron sobre ellos, que así lo hacen, aunque sean vencidos, muy de golpe, los mexicanos, pensando, como dicen que los tenían en el garlito, porque al pasar de otro puente como aquella (que) habían sido desbaratados los españoles. Pasó Chichimecatl con todos los suyos casi sin perder ninguno, por la gran resistencia que los cuatrocientos flecheros hicieron.
Perdieron este día mucha honra los mexicanos, quedaron muy corridos y espantados de una no vista osadía de los tlaxcaltecas, aunque al fin entendieron que con las espaldas que los cristianos les hacían se podían poner a más que aquello, fue así que españoles hubo para socorrerlos si en algún trabajo los vieran; pero con todo esto los nuestros honraron mucho aquel día a los tlaxcaltecas y alabaron el ardid y destreza de su General.
Los mexicanos, como los nuestros no peleaban como solían, pensando que de cobardes o enfermos lo hacían, o por falta de bastimentos, otro día al cuarto del alba dieron en el real de Alvarado un buen rebato.” (Cervantes de Salazar, Capítulo CLXII)
Al conocer los pormenores del comportamiento de los soldados tlaxcaltecas, habló en términos entusiastas sobre Chichimecatecuhtli, tanto por el traslado de los 13 bergantines, para los cuales se requirieron 8000 tamemes, (cargadores) así como por su valor excepcional, demostrado en el campo de batalla, contra sus odiados y tradicionales enemigos los mexicas.
Prometiéndole tierras y vasallos, solo que al no aceptar la religión cristiana, lo ahorcaron, por “idólatra,” olvidando Hernán Cortes sus extraordinarios servicios y de que en la batalla de Tenochtitlán, le haya salvado la vida.
CERVANTES de Salazar, Francisco, (1514-1575) Crónica de la Nueva España, edición de Manuel Magallón. Estudio preliminar e índices de Agustín Millares Carlo. Edición digital basada en la de Madrid, Atlas, 1971.
DE SOLIS Antonio. Historia de la Conquista de México. Porrúa, 6º edición, México 1996.
GIBSON, Charles. Tlaxcala en el Siglo XVI, F. C. E. y el gobierno del Estado de Tlaxcala, México, 1991.
ITURRIAGA de la Fuente. Anecdotario de Viajeros Extranjeros en México. Siglos XVI-XX. Fondo de cultura económica. México, 1993.
1.- Divisa de oro y rica plumería.
2. - General de División que dirige 8 000 soldados.
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