Contracolumna
• 6 DE JUNIO Y EL NO AL POPULISMO
• AMLO, UN PRESIDENTE TRUCULENTO
JOSÉ MARTÍNEZ M.
En unos días se llevarán a cabo las elecciones de medio gobierno.
¿En dónde estamos? Muchos nos hacemos la misma pregunta. Pareciera que estamos inmersos en aguas turbulentas y que nos disponemos a votar a la mitad del río.
La realidad es que estamos en la peor crisis del populismo obradorista. En la peor crisis de gobierno.
Las mañaneras convertidas en un espectáculo son la tribuna de los insultos, de las descalificaciones y de los ataques del presidente contra sus críticos. Las mañaneras son un montaje de mentiras, de falsedades. Obrador ha hecho añicos su investidura, arrastra por los suelos la banda presidencial como un tiliche, como un trapo de poco valor.
Ya sabemos que para el tabasqueño “no tiene ciencia gobernar” y con desdén pisotea lo establecido en el artículo 34 de la ley sobre los símbolos patrios.
Obrador se comporta peor que un borracho de cantina. Grita, manotea y descalifica. Su arma más poderosa es su metralleta de insultos, dispara más ofensas que la ametralladora 7.62 capaz de disparar más de cuatro mil cartuchos por minuto.
Equivocadamente se siente el dueño y amo del país.
Por desgracia es la culpa de la gran mayoría de los mexicanos que hemos permitido los excesos de un hombre ante la pasividad del entorno que le permitió alcanzarlos.
Cuando lo he llegado a escuchar por las mañanas apenas cuando clarea el sol no sé si ya estoy ebrio o es la resaca de la mañanera anterior.
Obrador actúa como si él hubiera sido el artífice de una transición democrática. Ha sido capaz de traicionar no solo la amistad sino a sus compañeros de viaje, a los verdaderos iniciadores del movimiento que lucharon desde adentro de las entrañas del PRI para lograr un cambio.
Obrador quien vive atrapado en el pasado está “mareado” de poder, como dice Porfirio Muñoz Ledo. El tabasqueño poseído por los fantasmas de Palacio, actúa confundido, cree que México es una monarquía y que él es el rey.
En realidad nuestro sistema político no es una auténtica democracia, es una oclocracia donde la muchedumbre es víctima de la demagogia, donde los candidatos se alimentan del borreguismo multitudinario. Morena es un partido depredador donde la gente son auténticos borregos para los lobos. El propio Obrador sigue insistiendo en disfrazarse con una botarga de lobo con piel de cordero.
Ha llegado el momento de saber de qué estamos hechos los ciudadanos. Hay una nueva generación de electores, jóvenes que nacieron con el nuevo sistema electoral, el mismo modelo que ha dado visos de agotamiento. Hasta antes del gobierno del presidente Salinas el gobierno controlaba las elecciones, Obrador añora volver a esas añejas prácticas. Incluso tiene de su lado al operador del mayor fraude electoral de las últimas décadas: a Manuel Bartlett.
En las pasadas elecciones Obrador llegó con un importante número de votos, pero sin la legitimidad ni los consensos para hacer y deshacer a su antojo al país. Ante la evidente destrucción Cuauhtémoc Cárdenas –el principal artífice de la transición– junto con un grupo de notables lo emplazaron a establecer un acuerdo nacional para evitar que la pandemia dejara más pobreza y crisis.
Obrador desdeñó el llamado y no reparó en los factores externos. En su aislamiento las medidas de su gobierno afectaron negativamente los ingresos y los medios de vida de millones de trabajadores mexicanos y sus familias, además de poner en exposición riesgosa a miles de empresas de todas las industrias.
Los resultados están a la vista: más de doscientos mil muertos por la pandemia, aunque los números son mucho más letales sí se contabilizan los datos oficiales del Inegi en base a los registros de defunciones en todo el país.
Lo lamentable es que a Obrador y su caterva de políticos de Morena y los funcionarios de su gabinete no les interesa el país. Su ambición es el poder. Un partido y un gobierno regido por el clientelismo electoral en base al gasto social a cambio de votos.
Morena es la mayor empresa paraestatal del gobierno obradorista. A través de las súper delegaciones federales se dispone de los subsidios más “productivos” en términos políticos para tratar de mantenerse en el poder mediante la manipulación de las masas.
En eso consiste el secreto del obradorismo. Dominar al populacho lucrando desde el gobierno con las necesidades de la gente. Una de las formas de hacerlo es mediante una comunicación irracional, apelando a sentimientos, utilizando el miedo y el nacionalismo, pero sobre todo las cosas recurriendo al circo de las mañaneras, violentando las leyes electorales, atizando el linchamiento de sus adversarios y recurriendo a la dádiva como forma de “ejercer justicia” y repartir bienes.
Todas estas prácticas antidemocráticas han sido replicadas por sus clones que compiten por las gubernaturas en las disputas electorales de medio gobierno.
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