Del ¡fuchi, guacala! , en contra de la delincuencia, pasamos en Tlaxcala, al ¡ay, qué pena, qué barbaridad, está horrible!
¡Ay, qué pena!, es una expresión que denota el cambio de ánimo para revelar dolor sobre alguna condición o cambio de la misma, pero para nada puede ser una respuesta de alguna de nuestras autoridades, con representación popular o administrativa, ante demandas, exigencias o reclamos sociales.
Y esa ha sido una de las diversas respuestas que la delegada de Programas Integrales de Desarrollo en Tlaxcala, Lorena Cuéllar Cisneros ha dado a la sociedad cuando llegan hasta a ella para pedir su intervención a fin de atender y coadyuvar a la solución de algunos problemas que atañen a su sector.
La presidenta de la asociación Gasolineros Unidos de los Estados de Puebla y Tlaxcala (GUEPT), Luz María Jiménez Almazán fue quien recientemente padeció ese tipo de respuestas de la funcionaria federal y representante del gobierno de la Cuarta Transformación en Tlaxcala.
La aspirante a gobernadora de Tlaxcala dio esa y otras respuestas, como “¡Ay, qué barbaridad, qué pena, está horrible!”, a los planteamientos de la representante de los hombres de negocios en materia de comercialización de combustible, quien se acercó a ellos para demandar coadyuvar a la inseguridad que padecen los hombres de negocios de su sector.
Ello porque a decir de la empresaria, en una entrevista con mi colega y amigo, José Carlos Avendaño Flores, sostuvo que es grave la situación de inseguridad que afecta ese sector, al grado que en el año pasado registraron al menos 300 robos, tan solo en la ruta Apizaco-Calpulalpan.
La intención de líder de esta agrupación de gasolineros, a la cual perteneció Lorena Cuéllar, no hay que olvidar que también es o era empresaria del ramo, era lograr un acercamiento con la Guardia Nacional y las agrupaciones de seguridad estatal; sin embargo, nada de ello ocurrió porque la respuesta fue: “¡Ay, qué barbaridad, qué pena, está horrible!”,
La visión de la representante empresarial, y que muchos otros también, incluidos los propios funcionarios federales, es que, “nadie le hace caso. Ella será superdelegada, pero nadie le hace caso, todas las dependencias que deberían colaborar y estar en sintonía con ella, pues no. Le dicen que sí, pero no hacen nada”, dijo la Jiménez Almazán.
Y como colofón de esta historia, la representante de los empresarios afirma: “Realizar inversiones este año (en Tlaxcala) ni pensarlo porque para empezar está complicado hacer cualquier trámite, las autoridades federales que llegaron al cargo no tienen idea de lo que tienen que hacer, están prácticamente perdidas…
Entonces, hay mucha inseguridad y desconfianza para invertir, no creo que sea un año de inversión para nosotros en absoluto, va a ser de sobrevivencia, muchos no están vendiendo”.
Parece que el ejemplo, vía discurso, del presidente Andrés Manuel López Obrador, permeo en la funcionaria estatal que sueña con gobernar Tlaxcala.
El discurso del pasado mes de septiembre, allá en Tamaulipas, se repite. “Que se vaya al carajo la delincuencia. ¡Fuchi!, ¡guácala!”, espetó en aquella ocasión el jefe del Ejecutivo federal, mientras que en Tlaxcala, su subordinada, lo cambió por “¡Ay, qué barbaridad, qué pena, está horrible!”.
Al margen
La delincuencia está muy cerca de todos nosotros, por desgracia. Nos arrancaron a nuestro niñote Rubén Darío, un joven que no le hacía daño a nadie, y que de todo se reía. Fiel seguidor del Cruz Azul, como su padre, fue abatido por la delincuencia.
Dios los perdone y perdone a quienes nos hacemos nada o muy poco para regresar la tranquilidad a nuestro México.
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