De 1994 a “Alito” y la doblada de Taibo II
1 De Agosto - 2019
Por Mauricio Hernández Olaiz
Dicen los que saben que la caída del imperio priista comenzó en aquel año de 1994, año de los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu. Sin embargo la debacle tricolor comenzaría unos 5 años antes cuando por primera vez en la historia perdía una elección.
La victoria del Panista Ernesto Ruffo Appel en las elecciones de 1989, lo convirtió en el primer gobernador emanado de un partido que no fuera el PRI en la historia moderna de México. Baja California, hasta la fecha, no ha vuelto a tener un gobernador del PRI. Luego de esa derrota fue cuando por primera vez se empezó a hablar de la urgente necesidad de renovar al otrora todo poderoso partido oficial.
La exitosa serie de Netflix, 1994, nos narra sobre aquellos tortuosos años para la política nacional, el ascenso y asesinato de Colosio, los últimos años del imperio Salinista, la llegada de Zedillo y la primera oportunidad de la alternancia en el poder ejecutivo.
Luis Donaldo Colosio había llegado a la presidencia del PRI el 3 de diciembre de 1988, solo un par de días después de que Carlos Salinas tomara protesta como presidente de México. Con apenas unos pocos meses para operar las elecciones de 1989, que tendrían verificativo en Baja California, Aguascalientes, Zacatecas, Durango, Chihuahua y Tamaulipas, Luis Donaldo encontró que la rigidez del tricolor y su tan petulante disciplina partidaria ya no conectaba con los ideales ciudadanos, pero poco pudo hacer para trastocar un sucio y viejo engranaje, aceitado por la corrupción y los intereses de grupos de poder.
Pese a que el PRI ganó casi todo en esas elecciones de 1989, la derrota de Baja California obligó a que Colosio cambiará de manera radical el discurso. El llamado Nuevo PRI comenzaba a sonar en los pasillos de la política nacional. Colosio hablaba de la necesidad y urgencia de transformar al partido. La exigencia de conectar de nuevo con el electorado le llevaba a hablar de privilegiar la cordialidad, la civilidad, el acuerdo político y que todas las expresiones estuvieran representadas al interior del partido.
Palabras exactas, o casi iguales, a las que hoy utiliza el aspirante a la dirigencia nacional del PRI, Alejandro Moreno, mejor conocido como “Alito”. Si el discurso transformador de Colosio se mantiene casi intacto luego de 25 años de su muerte, solo quiere decir que el PRI jamás se ha transformado. Colosio no pudo pues lo mataron y el resto simplemente encontró más adecuado mantener el oleaje natural del partido, finalmente aquellos no beneficiados por la marea de privilegios ya militaban en otros institutos.
Los fallidos sexenios panistas y la construcción de un personaje casi de telenovela por parte de Televisa le abrieron las puertas de regreso al PRI, sin transformación, sin renovación, sin cambio alguno, era el mismo tricolor con personajes más jóvenes que resultaron peores a los que tanto repudio la sociedad en el 2000.
La campaña de “Alito” para buscar rescatar al PRI de los escombros, no se aleja de los ideales colosistas, pero operados por personajes sin el talento y presencia del sonorense. El PRI con su actual discurso, por mucho que se asemeje al de Luis Donaldo, suena hoy obsoleto, se mira opaco y no conecta con la realidad social y política del México actual. Seguramente servirá para que el campechano acceda a la silla ejecutiva del ex partido oficial, pero difícilmente valdrá para mantener la sobrevivencia electoral.
La serie de 1994 nos retrata ese México sin democracia real, del presidencialismo todo poderoso y tajante, de la disciplina y el culto a unos cuántos, de la nula preocupación por la sociedad y desarrollo del pueblo. Escenas de 1994 que nos traen de regreso esas imágenes que parecían muertas, selladas y olvidadas, pero que irónicamente se parecen tanto a lo que vemos hoy, con sus lógicas adecuaciones coyunturales.
Los auditorios llenos en la sede nacional del PRI de 1994, aplaudiendo a su líder, a Salinas, el rey de la mafia en el poder, no se ven muy distintas a las que sostiene AMLO hoy día en sus giras y eventos con el “pueblo”. Al igual que en aquel 1994, podemos ver aplaudiendo hoy al presidente con euforia y pasión a personajes como Manuel Bartlett, Alfonso Romo, Esteban Moctezuma, José Antonio Álvarez Lima, Marcelo Ebrard, Alfonso Durazo, Ignacio Ovalle Fernández, entre tantos otros que siguen vivos pese a que su ex partido el PRI se encuentra casi sepultado, pese a que fueron miembros distinguidos del Salinismo y de la mafia en el poder tan convenientemente criticada por el hoy salvador de la patria.
“Alito” no cuenta ni con la personalidad ni la magia para salvar a un PRI moribundo, pero trasciende que es el ideal para el presidente. Más vale un PRI medio vivo que un partido por nacer que se convierta en verdadera oposición. ¿En verdad nada se ha cambiado desde aquel 94? No, parece que no.
Cuando el rey del bloqueo y la manifestación hoy las considera como un delito, cuando aplaude la “ley garrote”, que de haber nacido en 94 la hubiera criticado y desdeñado, es que algo no anda bien, y eso lo percibe el propio Paco Ignacio. Taibo II fue contundente al afirmar, hace unos días, que Morena es un desmadre asqueroso, un partido más preocupado por el ansia de poder que por la de creación de cuadros sociales comprometidos con el desarrollo. Afirma que Morena se ha vulgarmente perredizado.
Contrario a las afirmaciones del titular del fondo de cultura económica y luego de mirar la serie 1994, Morena no se ha perredizado, más bien es el verdadero y nuevo PRI disfrazado de bolchevique, exactamente igual que muchos de sus militantes. Efectivamente nos la metieron doblada.
La evidencia es clara y ahí está. Los esfuerzos, si es que en verdad lo son, de Alito para reconstruir al PRI, deberán ir en otro sentido, opuesto al viejo y nuevo PRI disfrazado de Morena. “Alito” debe de ir por un partido que lo primero que debe hacer es renegar de su historia, pedir perdón y comenzar de cero, incluso hasta con el cambio de color, pues la bandera es de todos y ya no más del PRI.
Y creo que cabe la reflexión, pues ya estoy harto de que ante cualquier evidencia clara y contundente de las contradicciones del presidente, sus seguidores de inmediato le justifiquen o nos agredan con el mote de PRIANISTAS neoliberales, la diferencia entre AMLO y los que tanto criticaba es simplemente….ninguno. Además el prometió que en todo sería diferente, pero ahí……ahí están los datos, aunque seguramente él tenga otros.
Con lo anterior lo único que me queda claro es la incongruencia y la simulación del presidente, por un lado critica a Salinas y por el otro lado tiene de colaboradores cercanos a muchos allegados a él, y todos, todos, aparecen en la serie 1994, el año que comenzó a morir el PRI.
Tal vez en unos 30 años en el futuro, Netflix haga una serie titulada “2019, la falsa transición”.
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